Se dice que hay que reconocerle honor a los prudentes, poseedores de una cualidad que los distingue entre todos los otros seres del universo, les hace diferentes e insignes. La prudencia no mancha las manos de púrpura, ni se precipita en el abismo de los riesgos innecesarios, no actúa sin razones ni razona sin lógica, no procede sin causa, ni propone sin previsión. Medita sus empresas bajo todos los aspectos y estudia sus horizontes desde todos los ángulos. Pocas son las veces que yerra el prudente, y cuando yerra, su equivocación no le es generalmente imputable. Hace que fermenten las otras esencias del comportamiento, le da cauce al valor, cielo despejado a la sabiduría, le pone alas a la esperanza, cimientos a la fidelidad, camino seguro a la constancia, hogar duradero a la alegría. Está aliada con el azar de modo permanente, y la muerte y ella se tratan con grave respeto. Los antiguos y sagrados libros veneran a la mujer prudente y al prudente varón, los ponen como ejemplos a seguir y encomiendan este habito sobre otros muchos. Si te vuelves prudente (no calculador), si te orientas por la prudencia (no por la frialdad del animo), si sabes en todo momento distinguir la medida prudencial (no el astuto beneficio), mucho tendrás ganado en todos los ordenes de la vida y de la convivencia, pues desde la Ley hasta la costumbre consideran la prudencia guía segura de los actos. Aunque pasa con ella, como con tantas otras que es primeramente buena para quien la posee, y solo de forma delgada y vicaria con los otros que a su lado se encuentren a los que a veces llega nada más el fleco escasamente abrigador de sus deshilachados perfiles. Y nos libren los dioses de un perverso prudente.
La prudencia es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo. "El hombre cauto medito sus pasos", "sed sensatos y sobrios para daros a la oración". La prudencia es la "regla recta de la acción", escribe Santo Tomás, siguiendo a Aristóteles. No se confunde ni con la timidez ni con el temor, ni con la doblez ni con la disimulación. Es llamada "auriga virtutum": Conduce las otras virtudes indicándole regla y medida. Es la prudencia quien guía directamente el juicio de conciencia. El hombre prudente decide y ordena su conducta según este juicio. Gracias a esta virtud aplicamos sin error los principios morales a los casos particulares y superamos las dudas sobre el bien que debemos hacer y el mal que debemos evitar.
¿Como alcanzarla. Lograrla?
Al respecto se nos señala, que Santo Tomás nos propone un camino por recorrer para llegar a una acción regulada por la prudencia:
- El recuerdo de la experiencia pasada: Si una persona no sabe reflexionar sobre lo que le ha sucedido a él y a los demás, no podrá aprender a vivir. De esta manera la historia se transforma en maestra de la vida.
- Inteligencia del estado presente de las cosas: El obrar prudente es el resultado de un "comprender - juzgar" y no de un "amar - desear", mirando la comprensión como la total responsabilidad, como el verdadero amor que libera de las pasiones para llegar al final de la vocación humana "felicidad – gloria a Dios" y mirando el amar – desear como un apego desordenado a las pasiones.
- La sagacidad en ponderar lo que puede pasar en el futuro: Se tendría que saber valorar y prever las posibles consecuencias e implicaciones que pueden derivar de la posición de un determinado acto. Santa Teresa nos ofrece un ejemplo cuando ella refiriéndose a los coloquios entre los confesores y las monjas fuera del confesionario, observa que conviene pensar que podría ocurrir.
- Discernimiento al confrontar un hecho con el otro: una determinación con la otra: Descubrir en cada opción las desventajas y las ventajas que ofrecen para poder llegar a realizar una buena elección.
- Docilidad en seguir el consejo de personas experimentadas: Esto significa asumir con humildad nuestras limitaciones, recurrir al consejo de todas aquellas personas que puedan aportarnos algo de luz.
- Circunspección para confrontar las circunstancias con lo que esta ordenado al fin: Esto seria que alguna acción mirada y tomada independientemente puede llegar a ser muy buena y conveniente, pero viéndola desde dentro de un plan de vida, de un proyecto de Dios, se vuelve mala o inoportuna.
En definitiva, la prudencia nos hace tener un trato justo y lleno de generosidad hacia los demás, edifica una personalidad recia, segura, perseverante, capaz de comprometerse en todo y con todos, generando confianza y estabilidad en quienes nos rodean, seguros de tener a un guía que los conduce por un camino seguro.
Tal como lo destaca proyectopv.org, la falta de prudencia siempre tendrá consecuencias a todos los niveles, personales y colectivas, según sea el caso. Es importante tomar en cuenta que todas nuestras acciones estén encaminadas a salvaguardar la integridad de los demás en primera instancia, como símbolo del respeto que debemos a todos los seres humanos.
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