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jueves, 4 de octubre de 2012

LA INMORTALIDAD

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La brevedad de la vida se pone de manifiesto cuando de pronto algo te empieza a doler sin motivo, sea físico o anímico. Es cuando piensas “esto nunca me había ocurrido” ¿Qué me está pasando?
Pasamos la niñez, la juventud, en medio de risas y carcajadas; la madurez con pocas risas y más sonrisas de cortesía, hasta el momento en que algunos años después, la vejez empieza a tocar la puerta, el momento en que los médicos señalan a tu malestar como algo sobre lo cual no se puede hacer nada porque es consecuencia de lo degenerativo de tu cuerpo. Oficialmente se te declara viejo. Entonces las sonrisas de cortesía se acaban, sólo se muestra una mueca desagradable.
¿Qué puedes hacer, si la misma ciencia médica te declara viejo? En una buena cantidad de países se te entrega un certificado de vejez, sí, te dejan viajar sin pagar el pasaje, te descuentan el 50% o te ofrecen gratis el servicio de salud.
Pero aún si tuvieras 35 años, como actualmente tienen, miles de millones, ¿crees que habría algo que pudieras hacer para mejorar tus perspectivas en relación con el porvenir más o menos cercano?
La respuesta es… nada.
Así es. Nada podrías hacer, porque en principio sería algo que a la edad de 35 ni por un asomo de sabiduría, podrías pensar en lo qué pasará contigo cuando tengas 64, tal y como lo hicieron The beattles, tus ideas sobre el particular serían pensamientos románticos; nada verdaderamente importante que te hiciera guiar un pensamiento como para prolongar tu vida y pretender ser un inmortal.
Además, a los 35 tu vida es tan complicada que no te permite pensar en nada más que solventar los gastos familiares, o ayudar a solventarlos, cumplir compromisos de techo, alimentación, vestido y calzado, colegios y útiles escolares, vacaciones, compromisos sociales, diversiones. Encima de todo tienes que atender bien a tu pareja.
En esas edades no puedes tener pensamientos de inmortalidad sino de lucha por la sobrevivencia. Esos pensamientos llegan mucho después, cuando te han declarado viejo, cuando posees la inequívoca expresión de la entrada a la fase final de tu vida por ello te han dado un certificado en una credencial, con fotografía.
Eso me pasó a mí. Después de tener mi credencial para mayores de 60 años, del INSEN en México, comencé a transformar mi vida, comencé a utilizar el pensamiento, a investigar, a llegar a conclusiones de primera mano, a usar al pensamiento como herramienta, a escribir mis deducciones y conseguir nuevas conclusiones y a trabajar en ello. En medio de todo eso di el viejazo, mis coyunturas comenzaron a fallar, mi piel se colgó, me quedé pelón, me fatigaba al caminar, tenía que descansar cada cien metros. Aparte, la cabeza del fémur en la cavidad del iliaco me dolía horriblemente después de un rato de caminata tenía que sentarme a descansar. Las vértebras lumbares también me empezaron a causar problemas, el dolor es espantoso.
Usé mi pensamiento y la investigación. Ahora a mis 73 años me encuentro en mejores condiciones que cuando tenía 50, he cambiado mi manera de vivir y (por el momento) me siento capaz de trabajar hasta más allá de los cien años, pero al final mi objetivo es la inmortalidad, con el pensamiento positivo en conexión con el Universo, nada me puede fallar; mis telómeros pueden contar con el abastecimiento de telomerasa hasta por una edad estimada por científicos, de 200 años; estoy listo para prolongar la estabilidad cromosómica por medio de órdenes directas tal y como lo hago cuando estabilizo mi presión arterial en…80…120…
Aunque, como es de suponerse, hay otras cosas adicionales.
Soy Gilberto Fierro Reyes, psicoterapeuta, conferenciante.

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