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La aceptación de uno mismo tal cual es constituye uno de los pasos más importantes para la superación personal. No se puede estar en paz si uno está disgustado con uno o más aspectos de su cuerpo o de su personalidad. Empero, este es el caso de la mayoría de las personas debido a la constante presión que experimentan por parte de los medios de comunicación (léase: radio, televisión, revistas) para que sean de determinada manera.
Son muy pocas las personas satisfechas con la manera en que vinieron al mundo. Generalmente el problema se centra en las características corporales y ello es así porque el tipo de sociedad en que vivimos ha otorgado una importancia excesiva a la apariencia del cuerpo como factor clave de exitosas relaciones interpersonales. Se insiste a través de los medios para que seamos más delgados, para que seamos más altos, para que nuestro cabello sea de tal color. Se nos dice que la popularidad, la cantidad de amigos que podemos tener, dependen de estos factores.
En otras palabras, cuánto más "lindo" o "linda" uno es, más probabilidad tiene de ser popular entre sus conocidos y de conseguir amor y felicidad. Por lo menos esto es lo que quieren hacernos creer los avisos publicitarios de las empresas que lucran con la venta de productos para que la gente deje de ser "fea". El concepto que tienen estas empresas de la fealdad según los avisos que publican es que una persona es fea cuando no está en condiciones de desfilar por una pasarela luciendo la ropa de las casas de alta costura.
La publicidad de estas empresas se ha centrado tradicionalmente en el sexo femenino, dado que el rol que estaba asignado por la sociedad a las mujeres era el de ser lo más atractivas posible a los fines de conseguir un esposo. Desde que tenemos noticia las mujeres se han preocupado por corregir los "errores" con que la Naturaleza las ha fabricado, a efectos de adaptarse al ideal vigente en el momento de su existencia.
Ese ideal, como es sabido, ha ido cambiando con el tiempo y así ha habido épocas en que la mujer ideal tendía a la obesidad, mientras que en otras no se admitía más que el estilo ultra-delgado. El largo de los cabellos, el tamaño de los ojos y de la boca, por no hablar de otras partes de la anatomía, que los creadores de la moda consideran como los más deseables han ido cambiando con el paso de las décadas. Así se puede decir que durante los años veinte del siglo pasado imperaba un ideal de mujer que no era el mismo que se imponía veinte años después en la década de los cuarenta.
Esta presión para que la mujer se adapte al ideal de moda en el momento se ha visto incrementada a partir de que no es solamente un recurso para no quedarse soltera, sino también para la supervivencia de las grandes compañías que obtienen enormes ganancias de la venta de productos para adelgazar, tinturas para el cabello, distintos cosméticos para realzar la apariencia, etc. Estas compañías, que no se destacaban para nada hace cincuenta años, ahora mueven cantidad exorbitantes de dinero y llenan de publicidad las páginas de las revistas y los espacios televisivos.
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